miércoles, 8 de octubre de 2008

Palabra de Vida Octubre


Mis amigos del Movimiento de los Focolares publican en su pagina web esta Palabra de Vida para vivirla este mes... Como siempre sin desperdicio alguno.


«Dad y se os dará: os verterán una buena medida, apretada, rellena, rebosante» (Lc 6, 38)1.

¿No te ha sucedido nunca que al recibir un regalo de un amigo, sientes la necesidad de hacerle tú otro? ¿Y de hacerlo, no para pagar la deuda sino por verdadero amor agradecido? Seguro que sí.

Si a ti te sucede eso, imagínate a Dios, a Dios que es Amor.

Él devuelve siempre cada regalo que hacemos a nuestro prójimo en su nombre. Es una experiencia que los verdaderos cristianos hacen muy a menudo. Y cada vez es una sorpresa. No nos acostumbramos nunca a la fantasía de Dios. Podría ponerte mil, diez mil ejemplos; podría escribir un libro. Verías qué verdadera es esa imagen de «os verterán una buena medida, apretada, rellena, rebosante», que significa la abundancia con la que Dios recompensa, su generosidad.

«Había oscurecido ya en Roma. Y en aquel pequeño semisótano, el reducido grupo de chicas, que querían vivir el Evangelio, se daban las buenas noches. Pero sonó el timbre. ¿Quién podía ser a esa hora? Un hombre lleno de pánico y desesperado se presentó ante la puerta; al día siguiente lo iban a echar de casa con la familia, porque no pagaba el alquiler. Las chicas se miraron y, de común acuerdo, abrieron el cajón en donde habían reunido lo sobrante de sus sueldos en distintos sobres, y un depósito para los recibos del gas, del teléfono y de la luz. Se lo dieron todo a aquel hombre, sin pensarlo mucho, y esa noche durmieron felices. Algún Otro cuidaría de ellas. No había amanecido todavía cuando sonó el teléfono. «Voy enseguida en un taxi», dijo la voz del hombre. Sorprendidas de que eligiese ese medio de transporte, las chicas lo esperaron. La cara del visitante mostraba que algo había cambiado: “Ayer por la noche, nada más volver a casa, me encontré con que había recibido una herencia que nunca habría imaginado. Y sentí que tenía que daros la mitad”. Era exactamente el doble de lo que le habían dado generosamente».

«Dad y se os dará: os verterán una buena medida, apretada, rellena, rebosante».

¿Has hecho tú también la experiencia? Si no es así recuerda que el regalo hay que hacerlo desinteresadamente, sin esperar nada a cambio, a cualquiera que pida.

Prueba. Pero no lo hagas para ver los resultados, sino porque amas a Dios.

Me dirás: «Pero yo no tengo nada».

No es verdad. Si queremos, tenemos tesoros inagotables: nuestro tiempo libre, nuestro corazón, nuestra sonrisa, nuestro consejo, nuestra cultura, nuestra paz, nuestra palabra para convencer a los que tienen de que deben dar a los que no tienen.

Me dirás además: «Pero no sé a quien dar».

Mira a tu alrededor. ¿Te acuerdas de aquel enfermo en el hospital, de aquella señora viuda siempre sola, de aquel compañero tan desanimado a causa de los suspensos, de aquel joven en el paro que está siempre triste, de tu hermano pequeño que necesita ayuda, de ese amigo en la cárcel, de ese aprendiz inseguro? Cristo te espera en ellos.

Adopta el comportamiento nuevo del cristiano –totalmente impregnado del Evangelio– que es lo opuesto a estar cerrados y preocupados. Renuncia a poner tu seguridad en los bienes de la tierra y apóyate en Dios. Aquí se verá tu fe en Él, que pronto quedará confirmada por el regalo que te hará a cambio.

Y, como es lógico, Dios no se comporta así para enriquecerte o para enriquecernos. Lo hace para que otros, muchos otros, al ver los pequeños milagros que produce nuestro dar, hagan lo mismo.

Lo hace porque cuanto más tengamos, más podremos dar; para que –como verdaderos administradores de los bienes de Dios– hagamos circular todo en la comunidad que nos rodea, hasta que se pueda decir lo mismo que se decía de la primera comunidad de Jerusalén: no había entre ellos ningún pobre2.

¿No sientes que con esto contribuyes a dar un alma segura a la revolución social que el mundo espera?

«Dad y se os dará». Naturalmente Jesús pensaba, en primer lugar, en la recompensa que tendremos en el Paraíso; pero la que llega en esta tierra, ya es el preludio y la garantía.

Chiara Lubich

1) Palabra de vida, junio 1978. Publicada en: CHIARA LUBICH, Ser tu Palabra, Madrid 1980, pp. 23-26.
2) Cfr. Hch 4, 34.

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